domingo, 5 de enero de 2025

El Otro Lado del Mundo

 

Damos por cierto que la realidad es aquello que se muestra, nítida, tangible, una presencia indudable que se puede palpar, ver, tocar. Pero tras esa máscara de certezas, ¿qué yace?

La fantasía, la imaginación, la subjetividad... Les decimos nombres pequeños para contener algo vasto, algo que no se deja atrapar. Eso que habita en la interioridad, en la penumbra de los párpados cerrados, diferente para cada uno, pero capaz de ser compartido como un murmullo que atraviesa los sueños.

Entre la realidad y ese océano de lo imaginado hay un puente, o tal vez un abismo. Es una región extensa, incierta, donde las cosas no son ni enteramente de aquí ni completamente de allá.

Hay pensamientos que se clavan como espinas en la carne, que duelen más que una piedra en la espalda. Hay sueños que se quiebran con un estruendo más desgarrador que el de un hueso roto. Y recuerdos… recuerdos que se enredan en las articulaciones del alma, contrayéndola, encogiéndola, hasta que el movimiento mismo se vuelve pesado como el plomo.

Lo que llamamos pensamiento no es un mero destello fugaz; es un universo entero. Sus cuerpos gravitan con una densidad que aplasta, más imponentes que cualquier masa visible. Apartarlos es tan arduo como mover los muebles más pesados de una casa donde el polvo hace siglos dejó de ser polvo para volverse ceniza.

Vivimos en dos mundos, aunque a menudo finjamos que es solo uno. La realidad y la idealidad nos entrelazan, nos moldean. Las ideas pueden sanar nuestras heridas más profundas o desgarrarnos la piel con cuchillas invisibles. Los sueños son cuerdas que atan el corazón, lo sostienen cuando todo lo demás se derrumba.

Y aún más extraño: para algunos, la realidad tangible no es más que una quimera, un espejismo desdibujado. Y para otros, lo que llamamos fantasía arde con la intensidad de una antorcha en mitad de la noche. Somos capaces de reaccionar con el cuerpo, con lágrimas, con risas, a las ideas que se clavan en la piel como astillas invisibles.

El pensamiento no es solo un eco ni un reflejo. Es un alter mundo. Un otro lugar. Allí habitamos tanto como aquí, a veces más. Allí se libran nuestras batallas más reales, allí construimos refugios que nadie puede saquear, allí nos salvamos cuando todo se pierde.

 

Caelvora