viernes, 14 de agosto de 2015

Sobre la vanidad de la vida.

Ay Muerte!
tristeza infinita!
angustia negra!

No te veía desde los tiempos de tertulias
en taperas y cementerios.

Mas de uno quedaría seco de un soponcio en tu presencia.
Si hasta yo desperté sudado.

No soy tu mensajero pero a un amigo siempre se le hace un favor.

Has venido solo para decirme
que recuerde a los vivos
que nadie ha hallado jamas tan bella a la vida
ni tan luminosa, ni tan deseable, ni tan placentera

como aquel que ha sentido tu mano sobre su hombro.

Amigo, que paradójico!.
Hoy recordé cuanto amo a los míos.
solo porque pasaste a saludar.

domingo, 7 de junio de 2015

La bruja Paduan



Cuando era pequeño y los niños del pueblo de San Benito nos juntábamos bajo de algún arbol para contarnos historias de terror, solíamos hablar de Doña Paduán.

Doña Paduán era la bruja del pueblo por excelencia, de ella se decía que poseía un libro de magia negra, libro  que muchos intentaron obtener para su destrucción sin éxito.
Ella, se decía, acostumbraba a internarse en la campaña en las noches de luna llena, para transarse en duelo con el mismísimo demonio, el que se le aparecía con forma de bestia animal, entonces ella se desplegaba en una mezcla de danza y lucha, saltando y gritando por horas hasta caer agotada.

Durante el día doña Paduán no era como cualquiera, por su escasa sociabilidad y sus ideas librepensadoras se había ganado la enemistad del párroco, quien no dudaba en atribuír la culpa de todos los males del pueblo a los artilugios mágicos de la bruja.

Una noche de esas de plenilunio, varios varones nos dimos cita a la salida de pueblo, ocultos tras algunas ramas verificamos que, tal como se decía, ella salió en dirección de un monte arbolado, lugar de la cita con diablo. Como un cosa lleva a la otra, si ella salía al campo con la luna llena, significaba aquello confirmación de la veracidad de todo lo que sobre la bruja se había dicho.

Pasaron los años y yo me olvidé de doña Paduán, un día me apareció una enfermedad y una prescripción médica atípica...caminar una hora por día todos los días.

Allí, más por necesidad que por convicción, me interne por las trazas de la campaña, casi siempre cuando empezaba a oscurecer que era cuando salía de la secundaria y disponía de algun tiempo para caminar. Al principio me daba miedo la oscuridad, pero a medida que fui ganando confianza mis peregrinajes se extendían a altas horas de la noche.

Especialmente increíbles eran las caminatas en el claro de luna, la luz blanquecina que pone sobre todas las cosas apenas una veladura de claridad hacía que el aire se impregne de misticismo. Así que comencé a desear las noches de plenilunio, a esperarlas y a celebrarlas.

Seguramente quien a estado a solas con ella coincidirá que no todas las fases son iguales, la luna, solo cuando esta llena adquiere personalidad y en la soledad deja de ser luna para ser y hacerse compañía.

A los pocos meses solo esperaba esas noches especiales para salir al campo, allí le supe cantar y contar todos mis secretos y problemas, me quedaba horas solo disfrutando de su compañía y era común cerrar los ojos y escuchar su voz con palabras tan blancas como su luz.

Al punto que una noche creí enloquecer cuando me sentí enamorado, y creí que aquella relación anormal me conduciría al hospicio y la locura, por un instante, apenas un instante, tuve la convicción intima, total y profunda que aquella luz también me amaba, apenas un instante despues tuve la misma convicción que eso era imposible.

Un tiempo despues nos mudamos a la ciudad, la luna en la ciudad no es la misma, es cierto que la busqué en plazas y parques pero sin coneguir la magia que encontraba en el campo, intenté salir de la ciudad pero un par de intentos de robo y unas corridas me indicaron que no era la mejor idea. Asi, como todo amor adolescente fue dando paso a otros sentimientos.

Después me enamoré, de una chica de carne y hueso, que también supo escuchar mis canciones y mis secretos.

Hace un par de años volví a escuchar de Doña Paduán, la hallaron sin vida bajo unos arboles en la zona de campaña de San Benito, mi primer reacción fue pensar que seguramente seguría con sus tratos demoníacos aunque pronto me pareció escuchar aquel susurro lunar pidiendome silencio.

¿Y si doña Paduán no fue sino una amante de la luna?, yo también me había enamorado así alguna vez, tal vez, lo mío mas inmaduro y pasajero.

¿Y si doña Paduán finalmente murió en los brazos de su amada?

Sentí entonces un profundo respeto y hasta alguna envidia, sentí que aquello era una linda historia, la de una mujer que supo amar a su manera y hasta la muerte. Tal vez la primer pagana por estos lares.

A veces me pregunto si se seguira contando la historia de doña Paduan entre las tertulias infantiles, ¿incluirán esas historias a un loco que cantaba como un animal las noches de luna llena?, no creo, tal vez ya haya nuevos y nuevas enamorados y enamoradas de su luz que hacen revivir aquellas  historias brujeriles.







viernes, 5 de junio de 2015

El pensamiento del bosque

El bosque piensa, siente, 
no como piensa el hombre sino como piensa el bosque.
 
Con otros tiempos, 
otras pausas, 
otras formas.
 
Por encima de la tierra se teje una dinámica, 
por debajo otra, 
aparentemente mas compleja, mas 'neuronal'.
 
Alguna vez sostuvimos que pensar, sentir, 
eran facultades exclusivamente humanas, 
pero sin dudas que eso que llamamos inteligencia y conciencia 
tienen su origen mucho antes, 
cada vez que la naturaleza se asoció para sobrevivir.
 
Andar la tierra, pararse sobre ella, 
no es ubicarse en un lugar entre el suelo y el cielo, 
sino hacerse parte de un pensamiento.







viernes, 29 de mayo de 2015

Cuando deje la existencia

Cuando muera, cuando deje esta existencia
Me quedaré un tiempillo cerca, despediré a los míos
Y esperaré hasta que el ultimo hombre entone el ultimo canto
antes de extinguirse.

Recién entonces emprenderé la vuelta
pero antes de irme
cerraré los parpados a la luna
sepultaré dioses y espíritus
galaxias y cometas

Y me sentaré a ver como se apagan
una a una las luces del firmamento

Y cuando no quede nada
o casi nada
antes del fin total
y me quede apenas un hilo de voz (o algo que se le parezca)
diré, para que el universo sepa
y al solo efecto de que me envidie

Que de todo las experiencias
la mas maravillosa
fue la de haber sido humano.

viernes, 22 de mayo de 2015

Copos negros



Siempre me ha parecido, tal vez me equivoco, que los brujos y las brujas tienen particularidades únicas. Las brujas, por ejemplo (siempre hablando de las pocas que he conocido) han sido más de mostrar sus habilidades, emplearlas a menudo y a demanda, para bien o para mal. En general el pueblo sabe donde vive la bruja y todos y cada uno han recurrido al menos una vez, aunque luego se empeñen en negarlo.

Los brujos, en cambio, suelen ser mas reservados, pasan casi inadvertidos y apenas exponen sus fuerzas y sabiduría, como mucho un par de veces en su vida, como si toda ella fuera una preparación para intervenir en uno o dos sucesos.

Este fue el caso de mi padre, no de ahora ni de esta vida, sino de un par de vidas atras. El era un invocador de 'huesos', 'ostes', como le decían antes cariñosamente a lo que hoy llamamos 'ancestros'. Una forma de religiosidad muy apropiada para aquellos que no tenían dioses con nombres, ni querían tenerlos, porque ninguno les caía en gracia.

Con mi familia vivíamos en medio de un sembradío, éramos campesinos de campo ajeno, yo todavía muy chico apenas ayudaba en cuestiones de la casa, pero mi madre embarazada a punto de tener y hasta mi abuela con sus ochenta años pasados acostumbraban levantarse de noche para comenzar las tareas del campo.

Para mi padre los ancestros eran todo, sentía verdadera adoración (con todo lo que significa la palabra) y cada vez que los invocaba, para ciertas fechas especiales, salía al patio, se erguía con orgullo pero sin soberbia, con los pies juntos se quitaba el sombrero y con el se tomaba las manos por la espalda e inclinando la cabeza recitaba los mas o menos cuarenta ancestros empezando por "giulio", "giovanni", "fedora" hasta terminar en nombres impronunciables.

A algunos les agregaba alguna característica, tal el caso de "Anunziatta nonata" o "Cosimo laborioso".

Aquel verano se estaba poniendo temible, con varios meses de sequía los animales se estaban muriendo y el agua se hacía cada vez mas escasa, la que sacábamos del pozo alcanzaba para la familia y algunos animales chicos, pero estaba cada vez mas profunda y exigía cada vez mas trabajo extraerla.

Ese día el viento norte azotaba caliente la campaña, todos en la familia aprovecharon la siesta para recuperar algo de energías luego de una jornada del infierno. Todos menos yo, que me recosté sobre la pared que daba al sur, la unica que todavía se conservaba algo fresca gracias a la sombra de un cedro.

Estaba absorto dibujando cosas en el suelo polvoriento cuando cayo delate mío un pequeño copo negro, del tamaño de una uña, cuando lo quise tomar se deshizo entre mis dedos dejando un oscuro tizne negro, levanté la vista en busca de otros copos negros y vi pasar unos cuantos, dos, tres diez, venían en dirección norte a sur y el viento los traía cada vez en mayor cantidad.

Como estaba sobre la pared sur de la casa me levanté para poder ver de donde venían aquellos copos, rodée la casa hasta quedar con la vista despejada hacia el norte y pude ver unas enormes lenguas de fuego arrasando los campos, en un instante los copos se habían convertido en nubes negras cargadas de virutas encendidas y se podía escuchar un crepitar estremecedor, como si el mismo campo gritara pidiendo auxilio.

Entre a la casa al mismo tiempo que mi padre salía corriendo, 'quedate adentro' me dijo, pero por la ventana lo pude ver desesperado manoteando baldes y soltandolos para ir a liberar los animales, corriendo en distintas direcciones para volver sobre sus pasos sin saber bien que hacer, imagine yo que la unica salida sería huir atravesando el campo, pero con mi madre embarazada y la abuela nos veríamos en medio del fuego antes de alcanzar a cruzarlo.

En cuestion de minutos se había hecho demasiado tarde, los postes, los corrales, el galpón, todo estaba tomado por el fuego, los animales corrían desesperados y hasta la partes alta del los arboles que rodeaban la casa estaban cubiertos de pequeños focos encendidos.

Apoyado de manos sobre el alfeizar busqué con la vista a mi padre, a quien vi parado, inmovil mirando la casa, no había mucho por hacer, ni por donde salir, cruzamos una mirada que me parecio de despedida; así como estaba, el se dió vuelta mirando al norte en dirección del fuego, juntó los pies, irguió su espalda, quitose el sombrero y juntó sus manos en la espalda para luego inclinar su cabeza.

Yo cerré los ojos porque no quería ver, intuyo que el hizo lo mismo.
No se cuanto habrá pasado, tal vez el tiempo que uno tarda en darse cuenta que la muerte ya no le está encima, lo pude ver entrar por la puerta en dirección de mi madre y mi abuela y vi por la ventana que el fuego nos había rodeado, sin tocarnos, para seguir su camino. En dirección al norte solo quedaban algunas mechas humenates y un paisaje ennegrecido.

Cuando vi alejado el peligro salí corriendo y me paré en el mismo lugar donde el había estado un rato antes enfrentando al fuego, bajo mis pies todavía quedaba hierba verde y la linea de cenizas describía un límite perfecto delante mío y varios metros hacia cada lado, quiero imaginar yo, que es el espacio en que cabrían unas cuarenta personas una al lado de la otra.

Un día pregunté a mi abuela porque mi padre ocultaba ese 'poder' como yo gustaba llamarle, ella me dijo que la gente del pueblo le teme a ciertas fuerzas que desconoce, y que el temor, cuando se apodera de la gente se vuelve aun mas arrasador que el propio fuego, 'tu padre lo sabe bien', me dijo 'y por eso es mejor que algunas cosas no se cuenten'.




"La Memoria de los Brujos" Todos los derechos reservados.

martes, 19 de mayo de 2015



Creo enormemente en la magia y en el mago; en la capacidad de, en un mínimo acto, cambiar el rumbo de los acontecimientos, en la posibilidad de dejar una huella sin mover un dedo, de generar sucesos imborrables o de crear mundos sobre los espacios vacíos. Un momento mágico es un momento que cobra vida propia para hacerse un lugar en la historia. Una palabra mágica hace que el mundo empiece a girar para otro lado. Pensar mágicamente es, donde otros ven solo cosas, ver las relaciones entre las cosas y disponerlas, modificarlas, intervenirlas para generar nuevos sucesos y nuevas relaciones.