I. De Origine et Contradictione
En el principio no hubo orden, mas sólo confusión y sombra. De aquella sombra nació el mundo, pues fue menester que la contradicción primordial fuese resuelta. Mas he aquí la paradoja: el universo es y no es sino el medio de su propia contradicción. Nace del caos, mas en su seno busca el número y la certeza. Su ser es la pugna entre la contradicción que le dio origen y la certitudo que busca alcanzar.
II. De Primis Existentiae
Antes del firmamento y de la esfera de los astros, antes de que el tiempo y el espacio fuesen como ahora los concebimos, las existencias primeras yacían en una nebula probabilitatis, donde nada era aún definido, y todo era in potentia. Allí, en el seno de aquella nube informe, hubo los primeros clamores, los primeros signos del ser: excitationes, movimientos sutiles que engendraron el fuego primigenio y los primeros affectiones térmicas.
¿Qué es una excitatio sino una proclamatio? ¿Acaso no es su esencia un reclamo, un alzar de voz en el vacío inmenso? Como el navegante que clama tierra donde aún no hay tierra, como el rey que proclama dominio donde aún no pisa su pie, así también las existencias primeras declararon: Hic sum! Locus iste meus est! Y en ese clamor se cifró su destino.
III. De Arte Permutationis
Así pues, consideremos un juego del azar que ilustra este arcano. Supón una gran cantidad de lugares numerados, y en cada uno de ellos, un ente ignoto que desconoce su propia posición. Ninguno tiene ciencia ni arte para saber en qué lugar mora, ni puede discernir con certeza si su morada es la que el destino le asignó.
Tal problema es conocido por los sabios modernos como permutatio aleatoria, y su incógnita es clara: ¿qué probabilidad hay de que ninguno acierte su propio lugar? Esta pregunta no es vana, pues oculta un principio secreto: el orden se esconde en el azar, y lo que parece sin concierto halla su número en las leyes eternas de la cantidad.
El número de tales disposiciones erradas, en que ninguno halla su lugar propio, se ha de llamar derangement. Y en esto encontramos el sello de la divina armonía:
He aquí un misterio: el azar, aunque sin mente, no carece de número; y el número, aunque eterno, no es sin azar. La proporción que revela este cálculo es inmutable: 1 -(1/e), la cual es aproximadamente
IV. De Certitudine Numeri et Universi
Este arcano enseña dos grandes verdades:
Cualquier arte que logre inclinar la balanza de la incertidumbre, por mínima que sea, deviene un poder sobre el caos. La simple proclamatio del ser es suficiente para inclinar la fortuna, aunque sólo en parte.
Un número que permanece inmutable a través de las infinitas permutaciones del mundo, un número que persiste más allá del tiempo y del azar, es más que una cifra: es una identitas obiectiva, un signo que la propia naturaleza ha trazado en el firmamento de la matemática.
V. De Natura Excitationis
Mas no se diga que el universo cogitat como el hombre, ni que en su seno mora un espíritu calculador. No; su arte no es de mente, sino de necesidad. Aquellas existencias que alzan su voz y proclaman su lugar no lo hacen por sí mismas, sino por la nebula a la que pertenecen. Es un movimiento que no tiene sentido en el individuo, sino en el todo.
Y así, el número que revela Euler no es de un solo ente, sino de la multitud. No hay partícula que reclame sin la nube que la sostiene, y no hay nube sin el clamor de las partículas. Su identidad no es una, sino múltiple, y en la multiplicidad se halla la unidad secreta:
Así lo fue desde el inicio y así será hasta el fin de los tiempos.
Conclusio
El universo no busca sino la certitudo, pues en su seno lleva la contradicción de su origen. Su arte es el número, su esencia es el cálculo, mas su fin no es otro que la verdad eterna.