No venimos de las tribus sagradas,
ni de los doce linajes de Israel,
somos hijos del viento y las estrellas,
de antiguos dioses, un eco fiel.
Nuestros ancestros no rezaban en templos,
ni alzaban altares de piedra y sol,
su fe era en el río, en la luna y el trueno,
y en el fuego eterno, que arde en el corazón.
Raíces del viento, raíces del mar,
venimos de tierras donde el sol no se va.
No somos de tribus ni de guerra o de guerra,
somos del alma que nunca se cierra.
Sus dioses eran montañas y ríos,
el susurro de hojas que el viento traía,
y al caer la noche, cantaban las voces,
de un tiempo olvidado, de un ayer que aún brilla.
No buscamos promesas de gloria celeste,
ni sacrificios bajo un cielo gris,
nosotros nacimos del polvo y el cielo,
y vivimos en paz con la tierra, feliz.
Raíces del viento, raíces del mar,
venimos de tierras donde el sol no se va.
No somos de tribus ni de guerra o de guerra,
somos del alma que nunca se cierra.