En los valles de niebla y sombra,
donde canta el viento al roble añejo,
siguen vivos los nombres antiguos,
los que el fuego no pudo arder.
Los brujos huyeron del norte,
los chamanes cruzaron el mar,
y en un bosque oculto en el sur del mundo
al fin pudieron soñar.
Bailan aún bajo luna y estrellas,
guardan el rito, el viejo saber,
hijos del trueno, sangre de tierra,
nadie los pudo vencer.
Vinieron con antorchas y espadas,
con decretos y cruces de sal,
pero el bosque cerró sus caminos,
nadie nos pudo encontrar.
Hoy la luna platea las cumbres,
y el tambor resuena otra vez.
El último refugio del mundo
canta su himno de piel.