jueves, 7 de abril de 2022

El cielo prometido


 

El cielo prometido y la paradoja del sufrimiento vivo

Desde tiempos inmemoriales, las religiones han ofrecido al ser humano la esperanza de un "más allá" donde el sufrimiento cesa y el alma alcanza la paz eterna. Este "cielo prometido" ha sido una fuente de consuelo para millones, un faro que ilumina el camino del creyente en medio del dolor y la incertidumbre. Se presenta como un lugar donde todo lo que amamos será restituido, donde la plenitud es posible, y donde el dolor de la separación encuentra una respuesta definitiva. Sin embargo, hay una paradoja dolorosa en esta promesa: mientras los muertos alcanzan ese cielo, los vivos quedan sumidos en una ausencia que parece interminable, un abismo de separación infinita.

La muerte de un ser amado no es solo la pérdida de su presencia física, es también un golpe en el alma de quien queda. Como bien dices, "cuando un humano amado muere, yo muero un poco con él". Este proceso de duelo, esta muerte parcial del ser que aún vive, es una experiencia profundamente humana. Nos vemos forzados a continuar un camino sin la compañía de aquellos que han marcado nuestras vidas, sabiendo que, según la promesa religiosa, están en un lugar al que nosotros no podemos acceder hasta que también nos toque partir. Lo que debía ser un premio, entonces, se convierte en una forma de castigo para los que siguen vivos: la infinita inaccesibilidad de ese cielo al que, supuestamente, han ido nuestros muertos.

El consuelo que la religión no pudo prever

Las religiones no solo prometen cielos; también introducen distancias. Una vez que una persona muere, se nos enseña a aceptarlo y seguir adelante, pero al mismo tiempo se nos invita a mantener la esperanza de un reencuentro futuro en ese reino celestial. Esta disonancia entre el aquí y el allá, entre lo tangible y lo inalcanzable, deja a los vivos en una especie de limbo existencial. El cielo que debería traer consuelo, paradójicamente, a menudo prolonga el sufrimiento. ¿Cómo se puede estar en paz sabiendo que los seres amados están en un lugar que, aunque prometido, sigue siendo inaccesible?

Sin embargo, mucho antes de que se inventaran los cielos y los infiernos, los seres humanos ya encontraban maneras de estar conectados con sus muertos. Las culturas ancestrales, las primeras civilizaciones, compartían un entendimiento más cercano con el ciclo de la vida y la muerte. Creían que los muertos seguían con ellos, no en un plano inalcanzable, sino en su día a día, en sus recuerdos, en sus historias. Esta comprensión del ciclo de la vida no implicaba un alejamiento; por el contrario, los muertos seguían presentes de alguna manera. Vivían a través de los vivos, y los vivos se nutrían de la memoria de sus muertos.


 

El amor como cielo compartido

Aquí entra en juego la noción de lo sobrenatural, pero no en el sentido religioso tradicional, sino en una experiencia más humana y universal: el amor. El amor trasciende, no por ser un puente hacia un más allá distante, sino por su capacidad de mantenernos conectados, incluso en la muerte. Cuando decimos que "él vive un poco conmigo", estamos reconociendo que el amor es una fuerza que no entiende de fronteras entre la vida y la muerte. Es, en su propia forma, un cielo que habitamos aquí y ahora.

El amor que sentimos por quienes ya no están crea una continuidad entre su existencia y la nuestra. En lugar de esperar un cielo que solo se alcanza en la muerte, podemos comprender que ya vivimos en él cuando amamos profundamente. Este "cielo", este espacio compartido por el amor, es donde los muertos siguen con nosotros, no como sombras inalcanzables, sino como presencias que nos acompañan en nuestras acciones, pensamientos y emociones cotidianas.

Un cielo más cercano

Es hora de reconsiderar la forma en que concebimos el cielo y la vida después de la muerte. En lugar de un reino distante e inalcanzable, podemos reconocer que el verdadero cielo esta quia. No es un lugar, sino una realidad que creamos a través del amor y el recuerdo. Este cielo no castiga a los vivos con la ausencia, sino que nos ofrece un consuelo más inmediato: la certeza de que, en el amor, seguimos estando juntos. Es un espacio donde la muerte no puede romper la conexión, sino que la transforma en algo más profundo y significativo.

Al final, lo que verdaderamente importa no es la promesa de un cielo lejano, sino el cielo que construimos entre nosotros. El amor es ese cielo. Es donde los vivos y los muertos se encuentran, no en un futuro inalcanzable, sino en el presente que compartimos en el amar.

¿Para que volvimos?

 



Preguntamos después de un muy largo letargo
Estábamos ocultos, olvidados
¿No se repartieron el mundo dos o tres dioses todopoderosos?
¿No estaba la ciencia ya para responder a todas las preguntas del hombre?
 
¿Para que volvimos?
 
Escurriéndonos entre sueños transitamos los siglos
Hablábamos en susurros a los oídos humanos, enseñábamos, mostrábamos
Pero ya no éramos necesarios
Todo parecía resuelto
Hoy el hombre esta nuevamente al borde de un abismo
Preparando una [otra] gran guerra
Los dioses se venden por peso
Se disfrazan, se colorean y aún así no logran lealtades.
Ya nadie halla consuelo en ellos.
¿Y la ciencia? ¿Para que sirvió?
¿Cura o destruye?
Nadie lo tiene claro
El mismo que hoy inventa la vacuna mañana crea una bomba para destruir millones.
 
¿Y las verdades?
¿Y las respuestas?
 
El hombre se cansa de obtener siempre las mismas verdades y busca otras, porque el hombre no es esclavo de nadie, ni de los dioses, ni de la ciencia, ni de la verdad.
 
Volvemos, aunque nunca nos fuimos, aparecemos en los sueños y las visiones, enseñamos un camino para quien lo quiera aprender, y seremos necesarios como antes: diremos el pasado y futuro, construiremos puentes hacia los muertos (que serán muchos), sanaremos hombres y animales, consolaremos.
 
Somos los espíritus de antes del hombre.
Los espíritus antiguos
 
Volvemos a ser necesarios.

Arrojar Luz sobre los Viajes Astrales

 


Arrojar Luz sobre los Viajes Astrales

Reconozco que no soy ningún ser de luz, de hecho no me identifico con esa figura, me gusta de vez en cuando sumergirme en la oscuridad.

Pero una cosa es sumergirme en la oscuridad y otra, muy distinta, que sean otros los que pretendan sumergirme.
Tampoco significa que no tenga alguna luz para dar, la tenemos todos aquí en el grupo.

Para mi 'arrojar luz' es sinónimo de desterrar lo oscuro: el miedo, el oscurantismo, el secretismo.
Arrojar luz es despejar, abrir ventanas, explicar con claridad.

Para quienes hemos padecido los tiempos en que de esto no se podía hablar y debimos superar mitos y miedos terroríficos sobre los viajes astrales, arrojar luz es decir que no hay nada que temer.

En pleno Siglo XXI no podemos seguir hablando del "cordon de plata" y repetir aquello de que "si se corta te mueres" o que exista algun daño físico devenido del Viaje Astral, simplemente, se trata de mitos y falsedades.

El viaje astral es una práctica espiritual, constructiva, sana, segura, beneficiosa para la salud y que no conlleva riesgo físico ni peligro de muerte.

Si queremos sumergirnos en el miedo que sea por elección y no porque nos lo han impuesto.

Mero humano

 


En mi etapa lunar tuve una guía, fué, como la pienso, "maestra de humanidad". Aún hoy conservo el vínculo pero aquella etapa fue de pura enseñanza.

Me enseño a valorar lo humano, a sentirme orgulloso de decirme "humano", así, sin más titulos, mero humano.

Me enseño que el hombre quiere ser bueno (con excepciones) pero a menudo no sabe como y más a menudo se equivoca, pero tiene como vocación la bondad.

Me enseño a reconocer los dioses 'devoradores' , los que mue...
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Porque a veces los dioses y ciertas entidades se sirven del sufrimiento humano

 

Porque a veces los dioses y ciertas entidades se sirven del sufrimiento humano

Con los espíritus, dioses y entidades, sobre todo de lo que llamamos bajo astral, no compartimos casi nada del muno físico, en general, sin entrar en detalles, no compartimos materia ni espacio.

Sin embargo compartimos tiempo
Con el tiempo viene la existencia, y con la existencia se da la capacidad, la potencia y el poder.

Practicamente la unica forma de energía común que compartimos con esas entidades es el tiempo. Vale decir que el tiempo es energía.
El tiempo que tu inviertes en una persona es energía que fluye de ti hacia esa persona.
El tiempo que inviertes en un dios es energía que fluye de ti hacia ese dios y que le asegura su existencia temporal
No importa que tipo de tiempo, no importa si ese tiempo hace feliz al hombre o lo hace sufrir, importa que sea tiempo dedicado, para bien o mal, a esa entidad.
Los padeceres y el sufrimiento tambien hacen que el hombre vuelque su mirada hacia su dios y le dedique tiempo y con ello su energía más valiosa, la energía vital.

Es más, las religiones saben, como sabemos los que estudiamos las religiones, que el sufrimiento absorve más la energía que el estado de bienestar y el placer.
Basicamente de eso se trata, de obtener la energía humana en su forma aprovechable, tiempo.
Por ello es que el sufrimiento es una forma de energía que ellos pueden aprovechar.