domingo, 29 de diciembre de 2024
domingo, 15 de diciembre de 2024
Esto dijo Terzu, el brujo
Esto dijo Terzu, el brujo
Y un día vinieron y trajeron su dios y su verdad
y su dios era único y su verdad era absoluta
y nadie nos pregunto si nuestros seres podían compartir su lugar
o si a nuestras creencias molestaba confundirse con otras
nadie nos pregunto si lo queríamos o no
nadie nos pregunto si queríamos un cielo lejos de nuestros vivos
si queríamos a nuestros muertos en un cielo en la infinita lejanía
si queríamos el espanto del infierno
o cargar con la culpa de los primeros humanos
simplemente su dios y su verdad se abrieron paso a fuego y espada
osaron juzgarnos sin ver su propias creencias sombrías y sufrientes
Nuestros dioses y seres sabían convivir, y cada uno tenía de nosotros un momento del día
Nuestras verdades corrían como niños, poco sabían de la lógica binaria del bien y del mal
tranquilas jugueteaban como niños, fascinadas y fascinantes, y mirarlos era embelesarse
La antigua fascinación sucumbió ante el frío rito
Para ustedes solo existía lo verdadero y lo falso y entre ellos, nada
Para nosotros en el medio existía un universo
Nosotros estamos aún aquí
los que habítábamos esta tierra antes de ser excluídos juntos con nuestros dioses, nuestros totems y nuestros seres.
sábado, 19 de octubre de 2024
El Velo entre los Mundos: Revelando la Presencia Oculta de Nuestros Seres Queridos
Para quien ha recorrido los senderos del espíritu y conoce los secretos que yacen tras los velos de lo visible, una verdad se revela a través de la experiencia misma: la muerte no es un fin, sino una transición. Durante los años en que me moví entre los reinos de lo tangible y lo intangible, supe con certeza que los que amamos nunca están realmente lejos. Antes de que una pregunta fuera formulada, antes de que una voz se alzara en busca de respuestas, sus seres queridos ya estaban allí, manifestándose en la sutileza del aire y el silencio, respondiendo al llamado silencioso que el corazón humano lanza sin siquiera ser consciente de ello.
He aquí una clave, un arcano que pocos comprenden: no es necesaria la mediación de otro ser para acceder a aquellos que se han ido. El médium, el canal, no es sino un intérprete para los que han olvidado cómo escuchar. La verdadera comunicación con los que ya no están en cuerpo es directa y sin intermediarios, porque el amor no conoce barreras ni límites. Basta con invocarlos en pensamiento, y ellos vendrán, no porque estén atrapados en alguna dimensión espectral ni porque haya deudas por saldar, sino porque el amor es el puente eterno entre lo finito y lo infinito.
A lo largo de mi camino, intenté enseñar esta verdad a quienes acudían a mí en busca de sus seres amados. "No necesitas de mí", les decía, "pues ellos están contigo cada vez que los invocas con el corazón". Pero la ceguera de las creencias endurecidas, de una religión que ha creado muros infranqueables entre los mundos, les impide ver lo que es evidente para el iniciado. En el misterio del "cielo" que nos han enseñado, el consuelo que ofrecen es un espejismo: un paraíso lejano, aislado, un infinito inalcanzable donde los que amamos reposan en la paz eterna, pero separados de nosotros para siempre.
Este es el gran error, una ilusión tejida para calmar a los que temen el vacío. El verdadero consuelo no está en imaginar un cielo lejano, sino en comprender que el cielo es ahora, y siempre ha sido. Nuestros seres queridos no están confinados en un rincón remoto del cosmos; ellos caminan a nuestro lado, invisibles para aquellos que han cerrado los ojos del alma, pero presentes para quien ha aprendido a ver más allá del velo.
En verdad, pocos son los que despiertan a esta realidad. Pocos son los que, en su búsqueda de consuelo, son capaces de abrir los canales internos que les permiten sentir la cercanía de los que se fueron. La religión les ha enseñado a esperar, a mirar al cielo distante, mientras que la realidad es mucho más simple y profunda: el cielo es aquí, donde el amor permanece y donde los que amamos siguen con nosotros, hasta el día en que ya no quede nadie que los llame desde este mundo.
He aquí el misterio revelado: el verdadero cielo no es un lugar, sino un estado de presencia. Y esa presencia, ese vínculo que trasciende lo físico, es lo que une a los vivos y a los muertos en un continuo que no puede ser destruido ni por la muerte ni por el tiempo. Mis hermanos, comprendan que el amor es eterno porque es la ley fundamental de todo lo que existe. Cuando el último de los seres queridos de aquellos que han partido también se una a ellos en el fin de su vida terrenal, entonces y solo entonces, los que nos precedieron seguirán su camino. Pero hasta ese momento, ellos están aquí.
¿Cómo puede alguien negar esta verdad? La verdadera iniciación es comprender que no necesitamos de intermediarios, no necesitamos esperar una vida futura o un juicio final para estar con los que amamos. El cielo es el lugar donde el amor se manifiesta, y ese lugar es tanto aquí como allá, en el tiempo presente y en el futuro que aún no hemos visto.
Quien haya recorrido los senderos del espíritu sabe que el alma no está confinada por la muerte. El cuerpo cae, pero el vínculo del amor sigue, resonando en lo visible y lo invisible. Este es el arcano, la verdad oculta para los no iniciados, pero evidente para aquellos que se atreven a mirar más allá de las apariencias. El cielo es estar con los que amamos, ya sea en esta vida o cuando crucemos el umbral.
domingo, 13 de octubre de 2024
Memética y parasitismo psíquico
La Metafísica del Meme y el Parasitismo Psíquico
En el vasto océano de la existencia humana, surge un concepto que desafía los límites de la biología y la cultura: el meme. Richard Dawkins, en El Gen Egoista, define el meme como “una unidad de cultura que se transmite de una mente a otra”, revelando su naturaleza como replicador cultural. Estos portadores de ideas y comportamientos no solo buscan sobrevivir, sino que también evolucionan en el tejido de la experiencia humana.
Los memes emergen como entidades metafísicas que toman vida en la mente colectiva. Dawkins sostiene que “los memes, como los genes, son replicadores”, indicando una conexión entre lo biológico y lo cultural. En esta lucha por la atención humana, los memes se propagan como virus, resonando en el corazón y la mente de las personas.
La habilidad humana para la imitación se convierte en el canal de transmisión, permitiendo que cada idea adoptada no solo se reproduzca, sino que se transforme. “Las religiones, las ideologías políticas y las teorías científicas son todos memes que se propagan y evolucionan”, nos advierte Dawkins, mostrando cómo los memes moldean la psique colectiva y definen la realidad social.
El Parasitismo Psíquico
Esta propagación de memes evoca el concepto de parasitismo psíquico, donde las ideas no solo habitan en la mente, sino que también pueden manipular y controlar a sus portadores. En este sentido, un meme puede ser visto como un parásito que se alimenta de la atención y la energía mental de sus anfitriones. Dawkins reconoce esta dinámica, sugiriendo que “los memes que son más atractivos o que se ajustan mejor al contexto social tienden a prevalecer”, implicando que algunos memes pueden, de hecho, ejercer una influencia coercitiva sobre las personas.
Conexión con la Cultura
En este contexto, la cultura se convierte en un ecosistema en el que los memes, como organismos vivos, compiten y colaboran en una danza compleja de influencia mutua. Dawkins sugiere que “la cultura es un fenómeno que evoluciona por procesos similares a los de la biología”, lo que nos lleva a imaginar un mundo donde los memes-parásitos no solo sobreviven, sino que prosperan a expensas de la claridad mental y la verdad.
Así, en la era de la información, el meme se erige como un ente sobrenatural, un puente entre lo tangible y lo intangible. Representa la esencia de nuestra cultura y nos recuerda que somos, al mismo tiempo, creadores y criaturas de nuestra propia realidad. Sin embargo, debemos permanecer vigilantes ante los memes que actúan como parásitos, siempre listos para drenar nuestra energía psíquica y moldear nuestras creencias de formas que pueden ser insidiosas y dañinas. En última instancia, la comprensión de la naturaleza de los memes y su potencial parasitario es crucial para navegar la complejidad de nuestra existencia cultural y espiritual.
jueves, 19 de septiembre de 2024
Comunicarse con otros sistemas
Conectar, comunicar, con otros sistemas de pensamiento o inteligenciales no resulta de, simplemente, intentaro un diálogo como si de otro humano se tratara.
Otro sistema de pensamiento es otro sistema temporal, otro metabolismo, otra dinámica. Conectar significa decir y decirse 'nos pensamos juntos'. No es un "yo pregunto, tu respondes", sino mas bien un "nos paramos juntos y contemplamos lo mismo" y en ello va el dejarse atravesar por otro flujo
Lo que se busca no es una respuesta, sino una comprensión.
Sin embargo el detener o desacelerar el propio metabolismo implica un dejarse ver por el sistema, desde la perspectiva de un arbol el transitar de las hormigas se ve como un flujo carente de individualidades, sun surco en la tierra, un hilo negro vibrante. Para que el arbol vea a la hormiga, individual, esta debe detenerse
Normalmente se detiene el sistema mas dinamico para ser 'visto' por los sistemas menos dinamicos, superiores, jerárquicos.
Los sistemas de pensamiento tienen un instancia activa, no local, todo pensamiento coincide en un acto único y común, uno puede comunicarse con cualquier jerarquia comprendida dentro del propio sistema
domingo, 18 de agosto de 2024
Enamoro de Luna
Una noche oscura y serena, viajé con mis hijos a San Cristóbal, un pequeño pueblo a pocos minutos de aquí, donde mi infancia y adolescencia quedaron atrapadas en el tiempo. La razón de nuestro viaje fue la fiesta patronal, un evento que atraía a muchos, pero que yo había evitado por años. Mi esposa, con su dulce insistencia, me convenció de llevar a los niños, a pesar de la sombra que siempre había caído sobre mis recuerdos de aquel lugar.
Al regresar, mientras arropaba a mis hijos, uno de ellos, con la voz tenue del sueño, me dijo: "Papá, algunos niños me dijeron que antes, allí, se veía a un lobizón. Dicen que vagaba por los campos y caminos en noches de luna llena."
Le sonreí, con esa mezcla de ternura y escepticismo que solo los padres conocen. "Son cuentos de pueblo", le respondí, intentando disipar sus miedos infantiles.
"Uno de los niños dijo que su abuela lo vio en persona... que lo tuvo frente a ella y le echó un 'bendito'."
Mi sonrisa se tornó irónica. "Siempre hay alguien que asegura haber visto algo. Pero tranquilo, hijo, los lobizones no existen."
Aunque nací en la ciudad, mis primeros años fueron en ese pueblo. Era un rincón donde los ecos de la campiña friulana parecían haber sido trasplantados, con sus tradiciones y sus historias. Las leyendas, cargadas de misterio, fluían entre las calles como la bruma en las madrugadas. Los niños las repetían en las noches frías, cuando el viento susurraba secretos al oído.
Una historia destacaba entre todas. La de don Paduán, un hombre del que decían trataba con el mismo demonio. Se rumoreaba que en noches de luna llena, se transformaba en una bestia colosal, corriendo desquiciado bajo la luz pálida, sus narices echando humo y fuego. Siempre había un pariente de un pariente que juraba haberlo visto.
El tiempo pasó, y con él mi infancia se desvaneció como un suspiro en la noche. Mi juventud llegó con la promesa de nuevos descubrimientos, pero también con una soledad que abrazaba como un manto de sombras. Fue en esos años cuando experimenté mi primer viaje astral. Me vi a mí mismo corriendo entre los árboles, con la luna llena observándome desde arriba, tan vívida que podía sentir su fría luz acariciando mi piel.
Días después, en un viaje a la granja, reconocí el lugar de mi sueño. Los árboles, las ramas, todo estaba allí, tal y como lo había visto en mi visión. La fascinación me invadió. ¿Cómo era posible que hubiera estado allí antes... en sueños?
Así comenzó mi ritual. Cada noche de luna llena, volvía a ese lugar. La luna me esperaba, siempre igual, siempre distinta. Corríamos juntos por los campos, bajo su luz mágica que transformaba el paisaje en un reino de sombras y plata. Era un juego eterno, un baile entre lo real y lo onírico, entre el deseo y la locura.
El tiempo pasó, y mi obsesión creció. Ya no quería regresar al pueblo, prefería quedarme allí, bajo el hechizo de la luna. Sentía que su luz me invadía, que corría por mis venas. En una de esas noches, mientras regresaba a casa, la velocidad me dominó. Saltaba los cercos como un animal enloquecido, mi respiración se volvió un resuello, y mi cuerpo parecía estallar en energía.
Al llegar a casa, vi a mi vecina afuera. Su rostro se deformó en una mueca de horror al verme. Se santiguaba una y otra vez, como si quisiera alejar algún mal. No entendí lo que veía en mí, pero el miedo se apoderó de ambos.
Después de esa noche, dejé de buscar a la luna. Nos mudamos a la ciudad, y los campos quedaron atrás, junto con mis noches de locura. Sin embargo, cada vez que miro al cielo y veo su luz pálida, recuerdo aquellos tiempos.
Esa noche, volví al lado de mi hijo, ya dormido, y le susurré al oído: "No sé si existen los lobizones, pero sé que existen hombres enamorados de la luna."